Otoño.
A punto de entrar de lleno en él.
Ya sí, ya nos deja el verano.
Se asoma la estación de los rojos, ocres y anaranjados,
como si los últimos rayos de sol estival se resistieran a marchar
y quedaran prendidos en los cielos, en la tierra y en las hojas de los árboles.
Yo creo que el otoño es una mujer.
En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡Cuánta belleza suelta!
Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro de mi,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...
Y algo que no se sabe y dice "nunca"
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.
Octavio Paz